La ruta de 8,5 km y un desnivel acumulado de 250 metros
recorre los parajes más bellos de Periana y la zona de auténticos olivos
milenarios y monumentales, de los que además se extrae el producto
insignia de Aceite Verdial Periana, El Milenario.
Es una ruta balizada y señalizada como
SL-1, es decir, sendero local. En las balizas o postes de madera colocados en los cruces de caminos, se ha impreso un
código QR por el que los visitantes, a través de un smartphone podrán conocer su situación respecto de la ruta.
http://es.wikiloc.com/wikiloc/view.do?id=10474933
Las rutas a través de los olivos milenarios y monumentales no son
nuevas en Periana. De hecho, los vecinos de Periana llevan años
celebrando cada nueva temporada de recogida de la aceituna con una
excursión por esos caminos que han usado y usan los agricultores para ir
y venir de sus hazas, y en cada una de ellas Antonio López y Rafael
Núñez cuentan historias y anécdotas antiguas y modernas.
En una de ellas Antonio López, que ha sido pastor, maestro y
presidente de la cooperativa San Isidro, y también guía por los caminos y
senderos de Periana, cuenta como el olivo era un miembro más de muchas
familias a cuyo alrededor se descansaba y jugaban los niños.
Así, la ruta arranca en Periana desde su céntrico ayuntamiento y su
nueva plaza que deleita a los ojos de los que esperamos con unas
impresionantes vistas del valle de La Viñuela, con el embalse como
protagosnista, que refleja el azul del cielo, y al fondo, el mar
mediterráneo. Precisamente, los vecinos de Periana nos dicen
que los habitantes del valle tienen el embalse pero “nosotros” tenemos las vistas.
De Periana, dice la leyenda
que en la época árabe, fue una Alquería donde hubo dos asentamientos
defensivos, uno en la cuesta de Santana y otro más al sur Pereiro, que
dieron origen a su nombre. Entre uno y otro se localizaba un gran prado,
que en principio servía de abrevadero y descanso de los animales, que
no sería ni Pereiro ni Santana, simplemente Periana.
Si bien la
historia de Periana es relativamente moderna, la zona ya era conocida en
época de romanos como “Bilo”, con B, que significa “pilar de agua,
pilón” en alusión a los baños medicinales que existían, conocida hoy en
día como Baños de Vilo, ahora con V por el paso el tiempo.
Posteriormente, fue lugar de alquerías moriscas por su abundancia de
agua, un clima benigno y de paso estratégico a través de las sierras
hacia Vélez y el puerto de Málaga. Precisamente fueron las sierras de
Alhama, Almijara y Tejeda las que pudieron ayudar a frenar el avance de
las tropas cristianas, hasta que finalmente fuera reconquistada en
Septiembre de 1485.
No podemos dejar Periana y comenzar nuestra ruta sin conocer un hecho que hizo famosa a la localidad axárquica.
Las crónicas
cuentan que el día 25 de Diciembre de 1884 cuando faltaban diez minutos
para las 9:00 de la noche, la tierra explotó en Periana y los
perianenses se tiraron a la calle esquivando las grietas que se abrían y
eludiendo los muros de las casas que se desplomaban. Corrían y corrían y
no sabían a dónde, algunos incluso llegaron a Riogordo y Colmenar. De
las 506 viviendas del núcleo urbano fueron destruidas 158 y del
diseminado 191 fueron destruidas 164. También fueron convertidos en
escombros la Iglesia, el Ayuntamiento y el Cuartel de la Guardia Civil,
edificios que se encontraban en la llamada Plaza de la Constitución.
Para más inri a finales de diciembre se produjo la nevada más fuerte
jamás conocida en la historia de esta zona.
El 18 de
Enero de 1885 visitó Periana Alfonso XII para conocer el alcance la
catástrofe y cuantificar los daños, entregó a cada enfermo 75 pesetas y
otorgó importantes donativos. Cuando otros países tuvieron conocimiento
de la noticia también enviaron importantes donativos y materiales para
comenzar la reconstrucción del pueblo.
Con estas historias, partimos de Periana hacia la rotonda de entrada
de esta localidad hacia la “Estación de Periana”, un cruce de caminos de
varias rutas, sendas y senderos donde solía estar la estación del tren
que unía Málaga con el interior de la Axarquía y hacia Zafarraya.
Cogemos el segundo camino de terrizo para ascender hacia el camino de
Zafarraya.
Desde aquí nos dirigimos a la aldea de La Muela cogiendo el desvío
que aparece a nuestra derecha que nos lleva al mirador junto a la fuente
que servía de abrevadero a las bestias, presidida por la Virgen del
Carmen. La Muela debe su nombre a la formación de su terreno escarpado,
una aldea en auge por su cercanía a Periana, donde conviven tanto
antiguas como nuevas construcciones.
Subimos la cuesta que nos vuelve a dirigir al camino de Zafarraya y
divisamos el Boquete del mismo nombre, flanquedo por las sierras de
Alhama, Almijara y Tejeda con sus picos escarpados, y a ambos lados nos
acompañan extensiones de diferentes tamaños de olivos, viejos y jóvenes,
salpicados por frutales y chumberas.
Para aquellos que quieran realizar un descanso tras la subida, la
naturaleza nos ofrece una parada en una pedriza modelada por el tiempo y
el agua, que sirven de base para los olivos que dan buena sombra.
Estamos en la zona de Cortijo Blanco, que debe su nombre al resplandor
que desprendían las paredes encaladas de su único y gran cortijo; y
hemos caminado 3 kilómetros y medio, desde unos 538 metros a 720 metros
de altura sobre el nivel del mar.
Incluso es un lugar ideal para tomar un típico
desayuno molinero
que también sienta y tanto gusta, a base de café con leche y sobre
todo, y que no falte, el aceite verdial de periana “pringao” en el pan y
acompañado de gajos de naranja y tiras de bacalao.
Dejamos Cortijo Blanco descendiendo por el camino de Zafarraya sin
dejar de disfrutar de las impresionantes vistas que las sierras nos
ofrecen, y a quinientos metros aparece a nuestra derecha el desvío al
camino de terrizo que tenemos que coger flanqueado por un solitario
olivo que señala el cruce del camino.
Cruzamos varias fincas y hazas, y el arroyo de la Zorra, donde se
encuentran olivos monumentales y milenarios por doquier, hasta la haza
de Rafael Molina a escasos 200 metros, donde podemos disfrutar de
increibles ejemplares de olivos allí reunidos. Los olivos son de tal
belleza como caprichosas son sus formas, verdaderas esculturas
milenarias; tanto que el visitante pierde la noción del tiempo
adivinando las formas a las que se asemejan como si de nubes en el cielo
se trataran.
Cogemos el camino de terrizo ancho, dejando el haza de Rafael Molina a
nuestra izquierda. En nuestro recorrido seguimos disfrutando de varias
fincas con olivos centenarios, atravesando la zona conocida como Fuente
del Piojo, hasta la depresión que origina la confluencia de tres
arroyos: el arroyo del lobo, de la zorra y el arroyo seco, en el también
cruce de caminos que nos conduce de nuevo hacia la Estación de Periana
por el Camino del Río Seco, dejando Los Migueles a nuestra izquierda.
En nuestra ascensión por el carril, la vista es diferente, pero no por
eso menos bella. Dejamos las sierras a nuestra espalda y el valle de La
Viñuela aparace claro a nuestra izquierda. Las jaras salpican ahora la
escarpada ladera de la montaña en un ascenso de 1 kilómetro con 50
metros de pendiente.
En el ascenso por el Camino del Río Seco nos adentramos por nuevas
fincas de olivos que salpican toda la falda de la montaña a derecha y a
izquierda. Precismante vemos a la izquierda, montaña abajo, al fondo,
las aldeas de Pollo Pelao, haciendo alusión a sus campos “pelaos” como
un pollo cuando se le quita las plumas, y Las Mayoralas, aldea de casas
rurales situada a la cola del pantano de la Viñuela.
El camino ahora fácil y llano que continúa a la Estación de Periana
invita a la conversación con el repaso de todo lo que hemos visto en
nuestro camino y a conocer un poco más sobre los olivos.
Aunque
podemos encontrar diferentes variedades de aceitunas, la estrella es la
variedad “Verdial de Vélez-Málaga”, autóctona de la comarca, única en el
mundo y que viene a representar el 60% de la superficie dedicada al
olivar en la Axarquía. Esta variedad se cultiva en la comarca de
Vélez-Málaga y Centro-Sur de la provincia de Málaga, representando
aproximadamente el 10% del total de hectáreas cultivadas de olivar en la
provincia.
El verdial
“es una variedad que se adapta a toda clase de terrenos, pero con la
particularidad de que necesita de un microclima de temperaturas suaves
y, en cierto sentido, necesita al menos presentir el mar. Este fenómeno
puede observarse en el Puerto de Pulgarín (Alfarnatejo), donde en una
distancia menor de 100 metros no prospera esta variedad”. En efecto, ahí
y en las proximidades del Boquete de Zafarraya está el límite de esta
variedad de olivo, plenamente autóctona.
El olivar
antiguo se presenta en forma de masa arbórea boscosa, irregular,
cubriendo las faldas de las sierras y las cuencas de los ríos. “Un
inmenso acebuchal fue la base originaria de estos olivos centenarios. En
la contemplación de las plantaciones observamos una geometría
totalmente irregular: el verdial se expande allí existe un acebuche,
injerto en espigueta in situ”.
En ese bosque
llama la atención que gran parte del olivar es “milenario”
encontrándose ejemplares monumentales que bien merecen un estudio,
catalogación e inventariado para su puesta en valor.
Muchos de
estos ejemplares superan los 3,5 metros de perímetro medidos a 1,3
metros de su base, puesto que cada metro de perímetro corresponde a una
antigüedad de entre 200 y 240 años.
De estos
olivos, es precisamente de donde se obtiene el Aceite El Milenario, la
joya de la corona de Periana y de la Cooperativa San Isidro.
De ellos se
recoge de forma separada una aceituna verde, pequeña y redonda,
característica del verdial autóctono que conocieran antaño romanos y
arabes afincados en esta zona como aseveran los restos hallados en la
zona.
Los vestigios
más antiguos se hallan en el Cerro de Capellanía. Este islote o
península (en función del nivel de agua que lleve el pantano), conserva
vestigios de una ocupación que se inicia en el Neolítico Medio y se
prolonga hasta el siglo I d.C. Existen en su cima muros que conforman
una estructura urbana compleja, de casas que se adosan a una calle
central que transcurre en dirección noreste-suroeste del cerro. Tanto
los edificios como la calle se corresponden con una ocupación romana de
época imperial y otra más antigua de época republicana.
Volvemos sobre nuestros pasos y detrás dejamos la sierra y los olivos
milenarios y monumentales para acabar nuestra ruta en el mismo lugar al
que llega la aceituna, la almazara San Isidro, tras 8 kilómetros y
medio de ruta.
La antigüedad de esta cooperativa data de los años 60. Hasta aquel
entonces, en el municipio existían unos 18 molinos que se fusionaron
hasta quedar 3 cooperativas sindicadas: San Isidro, Nuestra Señora del
Pilar y Mondrón. Finalmente en los años 80 San Isidro y Nuestra Señora
del Pilar se fusionaron en la que actualmente se conoce como
Cooperativa San Isidro, en cuya fachada principal se puede ver la hornacina dedicada al Santo Patrón, y que comercializa su aceite como
Aceite Verdial Periana.
http://es.wikiloc.com/wikiloc/view.do?id=10474933
Fuente: Comonó Comunicación
https://comonocomunicacion.wordpress.com/2016/01/23/i-ruta-olivos-milenarios-periana-fitur2016/